A estas alturas, el término techo de cristal no debería ser novedad. Sin embargo, sigue siendo una de las barreras más persistentes —y normalizadas— en el avance profesional de las mujeres. Se habla de igualdad de oportunidades, de meritocracia, de liderazgo femenino… pero las cifras no mienten: solo el 5% de las gerencias generales en Chile están ocupadas por mujeres. Y ese porcentaje no ha cambiado en años.
Entonces, ¿qué es realmente el techo de cristal? ¿Cómo se manifiesta dentro de las empresas? Y más importante aún: ¿cómo lo rompemos desde adentro?
El techo de cristal es una metáfora que describe las barreras invisibles pero reales que impiden que las mujeres accedan a posiciones de liderazgo o tomen decisiones clave en las organizaciones. No se trata de falta de talento o de esfuerzo. Se trata de sesgos estructurales, culturales y relacionales que, sin necesidad de ser explícitos, limitan el avance profesional femenino.
Lo complejo del techo de cristal es que no siempre se ve, pero siempre se siente.
Algunos ejemplos comunes dentro de empresas:
En Chile:
Esto no es una coincidencia. Es estructura.
Decisiones de contratación, promoción o evaluación cargadas de estereotipos (“ella es más emocional”, “no va a querer viajar con hijos chicos”).
Muchas mujeres ni siquiera alcanzan el primer nivel de liderazgo (jefaturas), lo que impide que estén en la carrera hacia niveles ejecutivos.
La mayoría de los procesos de promoción son informales. Sin redes internas, no hay visibilidad ni patrocinio.
La falta de corresponsabilidad (y de políticas que la promuevan) hace que muchas mujeres terminen optando por frenar su desarrollo profesional.
El Primer Estudio de Impacto de Mentorías de WoomUp reveló que un 87% de las participantes considera que las herramientas adquiridas en el proceso fueron clave para su desarrollo profesional.
Además, un 61% mejoró su situación laboral posterior al programa.
Las mentorías no solo entregan orientación. Crean referentes, redes y espacios seguros para avanzar.
Las decisiones estratégicas no pueden seguir guiadas por percepciones inconscientes.
La formación constante permite ampliar la mirada y construir una cultura de oportunidades reales.
Lo que no se mide, no se puede cambiar. Auditar brechas salariales, participación en cargos de liderazgo, licencias, promociones o cargas de cuidado es el primer paso para transformarlas.
Desde la flexibilidad hasta los procesos de reclutamiento, todo comunica. Una empresa que pone la equidad como eje no solo lo dice: lo demuestra con acciones visibles y sostenibles.
El techo de cristal no se rompe solo con discursos. Se rompe con decisiones.
Decisiones estructurales, sostenidas en el tiempo, que partan desde una convicción profunda de que la equidad de género no es un “plus”: es una necesidad empresarial, humana y estratégica.
En WoomUp, llevamos 9 años acompañando a organizaciones que están listas para hacer ese cambio.
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